Partamos de una observación básica: Gracias a Internet, por
primera vez en la historia disponemos de un medio expedito para ejercer una
democracia directa –que también se puede llamar protagónica, participativa o
constituyente–, con espacio para la discusión pública, con suficiente seguridad
en la transmisión de los votos, instantaneidad en el escrutinio y facilidades
para la auditoría. Todo esto, incluso a escala nacional o global.
Así, contra los obsoletos métodos basados en el uso del
papel, en mecanismos de representación y en estructuras de poder jerárquicas y
piramidales, apoyamos toda iniciativa para la instauración de democracias
electrónicas, organizadas en redes autogestionadas, por considerar que se
ajustan mejor a la naturaleza real del ser humano y a nuestros valores
democráticos originales: libertad, igualdad y justicia.
Más allá de esta postura básica, creemos oportuno recomendar
soluciones para el diseño de democracias electrónicas eficientes, de modo que
nos aseguremos lo mejor posible de dejar atrás algunos vicios y formas de
corrupción de los sistemas electorales actuales, que a menudo se identifican como
“democracias representativas” (expresión que constituye en sí misma una
contradicción).
Los vicios de los sistemas actuales que podrían sobrevivir
en una democracia electrónica, si no se atienden oportunamente, son:
-
ignorancia de los votantes, respecto al verdadero
significado y las consecuencias posibles de sus opciones de voto;
-
irresponsabilidad de los votantes, respecto al
beneficio o perjuicio que se desprende de sus decisiones;
-
adhesión partidista o dogmatismo ideológico, por encima
de la libertad de conciencia, fenómeno particularmente notorio en procesos
inducidos de polarización política.
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