jueves, 2 de febrero de 2012

Educación y aprendizaje, sistema y adaptación.
Parte II: Avanzando en el diagnóstico actual


Que la crisis financiera internacional es, medularmente, una crisis moral, nos parece una observación evidente. Lo mismo se puede decir de las crisis provocadas por sistemas políticos centralistas. Pero desprender de allí que la solución a estas crisis, o incluso su prevención, pasa por la educación ética de la ciudadanía, nos parece un discurso de una vulgar demagogia.

¿Se ha visto a algún político convocar una rueda de prensa para anunciar explícitamente que va a mentir? Y mienten. ¿Llama el ladrón a los vecinos, y les pide que enciendan las luces, para que todos vean cómo roba? Y, no obstante, roba. Busca la ocasión. Busca la oscuridad.

El político que engaña, el ladrón que roba, el banquero que defrauda, el gran empresario, el dueño de un medio de comunicación masiva, todos saben qué conductas son socialmente aceptadas y deseadas. Y cuáles no. La sociedad no requiere educarlos para que se enteren, sino alterar las reglas del juego, para que no se sigan beneficiando a costa de otros seres humanos.

No se requiere más educación formal. No más discursos éticos. No más solicitudes de obediencia, a clasificaciones del bien y el mal. Lo que se requiere es poder y control, en manos de los ciudadanos. Cuando el poder y el control estén más uniformemente distribuidos, cuando reglas del juego más inteligentes premien a quienes realmente contribuyen al bienestar de la sociedad, con plena visibilidad de todas nuestras contribuciones, entonces la educación será una empresa natural. No una inversión social, para jalar de una cuerda en el sentido contrario hacia el que perversamente se inclina el sistema.

La educación se hará fácil, en un proceso de descubrimiento carente de dobleces o conflicto.

Educación y aprendizaje, sistema y adaptación.
Parte I: Conceptos clave

Empecemos por poner en común algunos conceptos:

Entendemos por ‘educación’ todo el conjunto de mensajes e información que recibe cada individuo a lo largo de su vida. No es solo la ‘educación formal’ que se diseña intencionalmente y se difunde a través de escuelas y universidades. La educación de cada individuo tampoco se limita a la recepción de valores en el ámbito de la familia (esa institución social en vías de extinción, en nuestras sociedades modernas).

Todo nos educa. Desde la forma de tomar un sándwich de la persona sentada a nuestro lado, hasta la valla publicitaria y el primer plano en una película. Todo genera una reacción. Todo es interpretado y forma parte de nuestra visión del mundo.

Toda percepción moldea nuestra mente, y nos habla del medio en el que vivimos, en el que debemos sobrevivir y alcanzar, o no, nuestros deseos. Y el aprendizaje es, esencialmente, un proceso de adaptación a este medio. Puede implicar la memorización de información crucial (por eso es que los recuerdos traumáticos se imprimen mejor que los triviales), la fijación de opiniones, el desarrollo de habilidades, temores... Y también desecharlos.

Claro esto, nos atrevemos a afirmar que el sistema social y político en nuestras sociedades, como todo aquello que reconocemos “real”, es también un elemento educador de nuestros ciudadanos. Como educador, nuestro sistema dispone de medios de premio y castigo, que conducen hacia una mayor libertad individual o hacia la exclusión y, en consecuencia, a una mayor o una menor probabilidad de supervivencia. Se trata de medios legales e ilegales, públicos y confidenciales. Todos los que podamos reconocer.

Y ‘el sistema’ es, a nuestro juicio, un educador poderoso, capaz de moldear conductas con suficiente éxito, generación tras generación, como para perpetuar, por ejemplo, comportamientos corruptos y egoístas.

Parte del drama de nuestra sociedad moderna radica en que los medios que el sistema social, político y económico ofrece para la supervivencia están muchas veces en contradicción con los valores humanos que tradicionalmente hemos fomentado desde nuestras familias, escuelas e iglesias.

Y en ese mismo sentido, parte indispensable de la solución a los problemas de nuestra sociedad moderna pasa por alinear lo que queremos con lo que tenemos, los valores que fomentamos, nos alegran y esperanzan, con el funcionamiento real de nuestras sociedades, entendiendo que la educación es un proceso que se extiende a lo largo de todas nuestras vidas, y de todas nuestras relaciones humanas, amorosas, económicas, políticas… De todo el proceso de socialización. Y que la educación de todos, finalmente, es tarea de todos.